A la hora de definir un concepto, es inevitable para mí dirigirme a “Wikipedia, la enciclopedia libre”; ¿por qué lo hago? Porque se que es el lugar donde encontraré una definición clara y concreta, menor a dos líneas, acerca de mi inquietud. Pero deberían ver lo que pasa cuando allí se intenta definir arte; se encontrarían con dos párrafos larguísimos. De ninguna manera estoy diciendo que estarían frente a una definición poco lograda, sino que debemos entender que no existe posibilidad alguna de definir el arte en su totalidad y complejidad. Todo lo que podamos decir nunca será suficiente, porque debemos comprender que hasta acarreamos cierto grado de ingenuidad, al creer que podremos definir conceptualmente algo que es tan concreto como abstracto. Sólo basta con investigar un poco, para darnos cuenta de que estamos frente a algo abierto, subjetivo, discutible.
Más allá de intentar explicar qué es el arte para mí o para qué sirve, me gustaría hacer referencia a un concepto que me pareció más que interesante, mientras investigaba: “el arte como forma de la realidad”. No me cabe duda de que arte y realidad son cosas aisladas e independientes; pero al mismo tiempo creo que nos encontramos ante dos entes inherentes uno del otro. Muchos debates que tuve la posibilidad de estudiar, se realizaban en torno a un interrogante: ¿Imita el arte a la realidad o la realidad al arte? Algunas personas que afirman que la realidad imita al arte, se apoyan en la idea de que las personas incorporamos elementos que hemos “vivido en el arte”, a nuestra vida cotidiana. Pero yo me pregunto, ¿esa obra de la que tomamos ciertos elementos, no fue inspirada de la misma vida cotidiana o realidad a la que ahora los aplicamos? En cierta forma, entablar una conversación acerca de arte y realidad sería como discutir : ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
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